Por si todo lo acontecido fuera poca cosa, a finales de mayo de 2016 Germán Arana escribe a Don Vicente Jiménez en lo que podría entenderse como una coacción a este recién tomada posesión de su sede como arzobispo de Zaragoza.
Jacques Pintor, periodista
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Germán Arana intentó coaccionar al nuevo arzobispo de Zaragoza Monseñor Vicente Jiménez con una carta. La carta versaba principalmente sobre el despido de la notaria María Carmen Amador, entre otras muchas cosas sobre las que da un repaso al arzobispo, en lo que constituye na increíble arrogancia, desfachatez y falta de protocolo.
Aunque probablemente no sabía Arana en ese momento que hacía poco más de una semana (el 23 de mayo de 2016) se había llegado a una conciliación entre el arzobispo D. Vicente Jiménez y la exnotaria Amador:
«A S.E.R. Mons. Vicente Jiménez Zamora, arzobispo de Zaragoza. Querido Don Vicente, me ha llamado Don Roberto Ferrer comentándome con mucho dolor el despido acelerado de Doña María del Carmen Amador. (…) en conciencia me veo obligado a exponerle algunos hechos de los que he sido testigo directo, sin otro propósito que ayudarle en la pesada responsabilidad que la Iglesia ha puesto sobre sus hombros de buen pastor».
Arana deja así expuesto imprudentemente al Papa Francisco al hacer público que las razones de este para fulminar violentamente a Monseñor Ureña, anterior arzobispo de Zaragoza, no fueron de salud, como anunció el Papa Francisco públicamente.
«La altura de miras, inteligencia, sentido de la justicia y amor a la Iglesia con la que Dña. María del Carmen Amador supo moverse, con el apoyo de su superior inmediato el Jueza eclesiástico D. Roberto Ferrer, (…) fueron claves para concluir con el proceso de información sobre la actividad del Arzobispo Ureña. Proceso que concluyó, como Ud. sabe con la gravísima provisión del Santo Padre de pedirle su inmediata dimisión.».
A pesar de calificar en esta carta Germán Arana al exdiácono Daniel Peruga de depravado, se basó en el testimonio de 9 folios de este exdiácono (ya dijimos que probablemente escrito por Amador) para pisotear durante 3 años el honor del sacerdote ahora secularizado Miguel Ángel Barco. Amador había manifestado ante testigos que ella misma junto a Roberto Ferrer habían denunciado al reverendo Miguel Ángel Barco ante la Fiscalía, denuncia que se tuvo por vacía de contenido porque nunca progresó.
Así, proseguía Germán Arana:
«La decisión del Santo Padre no se basó exclusivamente en ese episodio, por grave que este fue. Se trató en efecto de un chantaje respectivo del diácono [Daniel Peruga] al obispo [D. Manuel Ureña], y del obispo al diácono. El primero por la codicia y la venganza de un joven desquiciado, sin principios morales y religiosos, promovido de una manera absolutamente irresponsable al ministerio ordenado por el arzobispo y sus adláteres. El segundo chantaje, del arzobispo al diácono para comprar el silencio de un testigo indeseable sabedor de la corrupción de su superior».
Y sigue aún la carta de Germán Arana, sobre la exnotaria despedida por Don Vicente Jiménez (…)
«Me pregunto si es congrua y justa una decisión (…). Pude propiciar en su momento una investigación de la Congregación para la Educación Católica [en la carta anterior al Papa Francisco, se cuida de reconocer que fue Elías Yanes a quien convenció de hacerlo] (…). El cáncer del seminario se ha extendido a un presbiterio joven, poco motivado e inconsistente, con unos cuantos homosexuales activos, que han sido sistemáticamente protegidos. (…) Yo mismo he llegado a la conclusión de que la petición que me hizo el Santo Padre [Benedicto XVI en 2008] de ayudar espiritualmente a D. Manuel Ureña no va a dar ningún resultado. No hay visos en él de verdadero arrepentimiento. Es una personalidad esquizofrénica, religiosamente vacía y sin principios morales. Sigue cometiendo imprudencias y dando pábulo a aquellos a los que aún puede controlar. Es lamentablemente muy posible que toda la corrupción finalmente se haga pública (…) ».
Y pública se ha hecho la corrupción, el complot de poder orquestado por Germán Arana más bien, de la mano del peón Juan José Omella ahora cardenal y utilizando a Monseñor Elías Yanes en su senilidad. Y pública se ha hecho por primera vez en mi libro "Complot de Poder en la Iglesia Española...", y anteriormente en mis artículos para el portal Periodista Digital.
Podría entenderse lo que sigue a continuación como un intento de establecer un dominio sobre el nuevo obispo de Zaragoza por parte de Germán Arana:
«Su nombramiento como Arzobispo, querido D. Vicente, nada tiene que ver con el plácido coronamiento de una meritoria carrera. Fue decisión directa y personal del Santo Padre, fuera enteramente de los cauces ordinarios, para restaurar una Iglesia profundamente herida (…). De una manera discreta he tratado de fomentar esta comunión y la adhesión a su persona con todos los que he podido hablar. Incluso hace apenas tres días con el Sr. Nuncio a quien le ponderé su manejo de una situación sumamente difícil que requiere tiempo y buen hacer para irse encarrilando. Y también lo he hecho, no le quepa duda, con Roberto y Antonio [Más] (…) ».
Prosigue la carta con una calumnia por parte del Padre Arana contra el vicerrector del seminario, asociado al Opus Dei en la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz de esa Prelatura, el reverendo José Antonio Calvo. Basándose en unos famosos anónimos instigados por la misma “trama”, critica ahora Germán Arana la elección del vicerrector del Seminario Diocesano José Antonio Calvo. No hay que olvidar que el rector actual, Fernando Arregui Moreno, es íntimo amigo del cardenal Omella, y parte de la cúpula de poder de la curia. Omella se aloja con él cuando se desplaza a Zaragoza, no sabemos si Arana sabe o no sabe si Omella tiene llave de su cuarto y entra y sale por la noche. Sabido es además en Zaragoza la inquina del ya fallecido Arzobispo emérito Elías Yanes con respecto al Opus Dei, por lo que podría concluirse que los derroteros del seminario de Zaragoza está en las mismas manos que orquestaron la trama:
«Por imperativo de honestidad, ya que me muevo en un círculo amplio de formadores en este país le digo que el Vicerrector del Seminario que Ud. ha nombrado, no tiene buena fama».
Prosigue Arana con su estilo de suposición que ya nos es conocido y afirmando su desconocimiento de la certeza de calumnias terribles que lanza a los cuatro costados:
«Varios testimonios fiables lo vinculan al lobby homosexual. Desconozco si eso es cierto. Si lo fuera, significaría un gran daño para un seminario con tan triste historia reciente. Querido Don Vicente, Ud. sabe que le tengo en una profunda estima (…) En virtud de ese amor que le tengo (…) ».
Y ahora lo que pudiera ser una coacción sutil:
«Es posible que en ámbitos canónicos de prestigio me pidan información sobre la Sra. Amador. Si tiene Ud. información que pueda suponer una imprudencia recomendarla, ya me lo hará saber para no meter la pata. El viernes pasado, mientras Ud. hablaba con Roberto Ferrer, yo estaba rezando por ambos en su querida ermita de San Saturio, donde el Duero traza su curva de ballesta. Paré allí camino de una ordenación de un seminarista mío en Logroño (…). Cuanto más viejo soy, más me cuesta gobernar. ¡Qué la Virgen del Pilar nos valga! (…)».
Omella era el celebrante de la ordenación del seminarista del Padre Arana que menciona este en su carta, a cuya ordenación acudió a la catedral de Logroño siendo todavía obispo titular Omella antes de su marcha a Barcelona, y camino de obtener su cardenalato. Puede el lector leer la carta completa de Arana a D. Vicente Jiménez, así como el documento-testimonio de Daniel Peruga en la sección Documentación al final de este libro.
Facsímil de la carta, esta vez firmada y también con membrete
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